Mahler y punto

Martes 31 de mayo, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo. Filarmonica della Scala, Semyon Bychkov (director). Mahler: Sinfonía nº 6 "Trágica" en La menor.
No podíamos festejar mejor este centenario de la muerte de Mahler que concluyendo la temporada del ciclo "Conciertos del Auditorio y Jornadas de Piano" con "La Sexta" y una orquesta fundada por Claudio Abbado (uno de los mahlerianos de pro) esta vez dirigida por un Bychkov en estado de gracia, pues la lleva dirigiendo toda la temporada y con la formación de la Scala milanesa se pueden afrontar obras de la envergadura de la llamada "Trágica", esta vez llegados de Zaragoza y Pamplona (habituales paradas con Oviedo en estas giras), por lo que no puede extrañarnos el altísimo nivel alcanzado este último día de mayo en el Auditorio ovetense. No dirigía mi admirado Dudamel ni somos Berlín pero Mahler también estuvo presente.
El arsenal sonoro dispuesto para este autorretrato casi confesión de un compositor como Mahler (muy bien explicada toda la obra en las notas al programa del granadino José Antonio Cantón García), está concebido para poner en música su propia personalidad, sus arrebatos de depresión y su euforia desbordada en cuestión de nada pero con esa plenitud que sigue contagiándonos a todos los amantes de su obra. La formación milanesa es todo un lujo sin excepción alguna, cuerda muy compacta y precisa, incisiva pero melancólica cuando así se le exige, madera empastada, metales potentes y cálidos, percusión con alardes pero en su sitio (además del martillo gigante destacar los cencerros y campanas fuera de la caja que obligaron al percusionista darse varios paseos) y unas arpas más celesta que completaron una paleta tímbrica sobrecogedora pero a la vez tierna. Al mando de este ejército un director ruso de impresionante trayectoria, que con gestos precisos fue desgranando, gimiendo y llorando, golpeando o conteniendo la masa orquestal cuando así lo iba indicando la partitura, en una lectura lineal no exenta de tintes trágicos como era de esperar, jugando con todos y cada uno de los planos sin coartar la musicalidad de cada solista (impresionante el trompa solista). Incluso al final, y con la batuta por los suelos, logró convertir sus manos en otro instrumento capaz de mantenernos a todos en un "eterno silencio" antes de bajarlas y con ellas los arcos... un auténtico triunfo que al fin permitió escuchar ese último silencio que casi nadie respeta antes de arrancar minutos de aplausos más que merecidos. Ya lo decía en una entrevista para Audio Clásica: "La dirección de orquesta es un arte silencioso", y además haciendo del silencio arte. Para quitarse el sombrero...
El arranque del  Allegro energico, ma non troppo. Heftig, aber markig (vehemente pero poderoso) ya puso las cartas boca arriba en cuanto al poderío orquestal y los tempi elegidos por el director, logrando unos cambios realmente expresivos que fueron impactantes, sobre todo el conocido "tema de Alma" y el retorno al primero.
Tras el torrente emocional del primer movimiento, el "impetuoso" Scherzo: Wuchtig volvió a impresionar por el colorido tímbrico y la limpieza melódica en todas las secciones, vibrando con "los bronces" y descansando en una cuerda entusiasmaba sólo rota por el xilófono desconcertante y casi macabro.
El Andante moderato nos transmitió la serenidad necesaria tras toda la congoja anterior, reflejo del verano de 1903 en Maiernnig cuando Mahler lo compuso, del que se ha dicho que es "un canto a la soledad y sentimiento de paz interior" así transmitidos por director y orquesta pletórica de lirismo.
El Finale. Allegro moderato - Allegro energico es una obra en sí misma, con un dominio de la orquestación que todavía sigue sorprendiendo y del que pudimos disfrutar con los milaneses comandados por un ruso en esta obra atemporal: desde los glissandi de las arpas y los sobresaltos en percusión y metales pasando por los toques pastoriles con una nueva demostración de gusto a cargo de Danilo Stagni y el resto de sus ocho compañeros bien secundados por el resto del viento, avanzando con los crescendi que parecen no acabar nunca, hasta ese angustioso final lleno de desesperación con un último despliegue de recursos sonoros hasta el "silencio con calderón" que aún subrayó la perdida felicidad por parte del bohemio universal a cambio de la de los presentes al escuchar su música. Y es que su tiempo ha llegado, es el nuestro y aquí se quedará hasta la eternidad.

Mahler y punto, perfecto colofón para la temporada 2010-11 de "Los Conciertos del Auditorio", aunque el avance para la próxima mantiene el listón muy alto, al menos sobre el papel (pues la crisis sigue pasando factura). Ya lo comentaremos otro día desde aquí, pero con Don Gustavo siempre es punto y seguido...

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