Esperaremos hasta 2013...

 
En una abarrotada catedral y con colas desde una hora antes, pudimos asistir a la lucha titánica de un intérprete no ya con las obras sino con un órgano que no resiste conciertos como el programado en el festival leonés, por lo que deberemos esperar a 2013 por el instrumento de Klais supervisado por  Jean Gillou que ennoblezca tanto este templo como los conciertos en él organizados... siempre (como ahora se dice) que la crisis no lo impida.
El organista de St. Michele comenzó el programa con Brahms, primero el Präludium und Fuge g-moll, Op. posth, que le desbordó en cuanto a registros y dificultades, pese a la excelente colaboración del ayudante local en la búsqueda de las sonoridades adecuadas en las obras escritas para órgano por el genio de Hamburgo, y posteriormente, ya sin pedalero, dos números del Aus den Choralvorspielen, Op. 122, el número 7 "O Gott, du frommer Gott" en La menor, y el número 5 "Schmücke dich, o liebe Seele" en MI M., más adaptados al vetusto órgano construido en 1953 por Organería Española al que el intérprete alemán no era capaz de dominar, si bien trabajó y se esmeró muchísimo en mantener siempre presente las melodías corales, con una técnica organística digna de encomio sobre todo en las notas tenidas y ligadas.
Llegaba el homenaje a Liszt con obras realmente comprometidas que exigen no ya un dominio del teclado, que no lo hubo, sino también del instrumento, auténticamente imposible en cuanto a planos sonoros, pedal de expresión que no siempre respondió, y afinación en los tutti realmente desagradable. Así, en la transcripción de Wolfgang S. Meyer del Der Heilige Franziskus von Paula auf den Wogen schreitend realmente se armó un barullo sonoro que impedía captar todas las muchas notas que lleva la mano izquierda y el pedalero.
Para los números de la transcripción del piano al órgano de Evocation à la Chapelle Sixtine elegidos el organista alemán optó por las combinaciones fijas aunque nuevamente falló el pedal de expresión y el nazardo y octava 4P quedaron apenas imperceptibles (tal vez buscando flautados agudos) pese a encontrarme prácticamente debajo de los tubos. El Miserere (Allegri) pasó sin pena ni gloria y el Ave verum (Mozart) me costaba reconocerlo dentro de una masa sonora poco clara a la que tampoco ayudó una digitación más precisa.
Y el número fuerte llegaba con las Variationen über den Basso continuo des ersten Satses der Kantate "Weinen, Klagen,..." und des "Crucifixus" de la Misa de J. S. Bach. Lástima nuevamente el instrumento (otra transcripción de piano a órgano) pese a los esfuerzos del director y organista de Heilderberg, pues el resultado final quedó oscurecido por la mala registración, si bien hubo pasajes mejor logrados que podíamos seguir por las pantallas gigantes y una realización por parte de las cámaras realmente excelente: planos cenitales de manos y pies, medios laterales apreciando al intérprete desplegando todo su buenhacer, primerísimos de las partituras que se notaban realmente usadas y con post-it® donde estaban anotados los registros ¿deseados?. Tristemente resultó la traducción literal del título "Weinen, Klagen, Sorgen, Zagen" de la cantata: “Llorar, quejarse, preocuparse, amedrentarse", muy lejos de la pianística.
La propina tras la hora de concierto no fue del homenajeado sino de Brahms y otra de las corales Op. 122, optando tal vez por no necesitar pedales que oscureciesen esas inspiraciones del padre del órgano sin veleidades románticas en un instrumento que pide la jubilación no ya a tutti (imposible de mantenerlo) sino en pleno.
Con todo, mi admiración por el Maestro Schoener que traía un repertorio realmente duro que se le hizo aún mayor por la lucha con teclados y registros.

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