En pequeñas dosis

Miércoles 8 de febrero, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Jornadas de Piano "Luis G. Iberni": Alexandre Tharaud (piano) y Jean-Guihen Queyras (cello). Obras de M. Marais, J. S. Bach, Stravinsky y Franck.
La fría tarde invernal dejó muchos huecos en el coso carbayón (espero que en Valencia no resulte igual), más toses de las habituales (que ya es decir) y algunos paraguas cayéndose (¿por qué no los dejarán directamente en el suelo?), y tal vez contagiase a un dúo que nos devolvía la música de cámara a estas jornadas, incluso mimando la acústica al recolocar la caja escénica, lo que siempre es de agradecer también por la cercanía de los músicos al público.
El repertorio elegido fue variado y desigual (ni siquiera "originales"), aunque este dúo francés está perfectamente ensamblado, pero los resultados no fueron los esperados de ellos.
Si hacía un paralelismo de botica como primera impresión, comenzar con un somnífero como Marais y su Suite en Re menor no auguraba nada bueno. El cello de Queyras es una joya de 1696 (un Gioffredo Cappa prestado por Mécénat Musical Société Générale) que suena auténticamente bien, potente en los graves y aterciopelado en los agudos, no es una viola de gamba y además tiene la "contraindicación" del piano de Tharaud que no ayudó en el empaste, pues sin entrar en cuestiones historicistas, personalmente no me agrada el resultado buscado aunque reconozca la buena intención de recuperar su patrimonio musical. Ni siquiera los Couplets des Follies d'Espagne emocionaron por la "cercanía", y finalizada la Suite no lograron ni un aplauso (cierto que se pedía en el programa, pero ya se sabe que siempre hay "entendidos" que no dejan escuchar la última nota).
Menos mal que como la aspirina que sirve para todo, J. S. Bach soporta cualquier combinación e interpretación, nuevamente plana por parte de ambos, fría, con fraseos poco claros y pedales fuera de lugar en el piano para la Sonata nº 2 en RE M, BWV 1028.
Y como si de un reconstituyente se tratase, Stravinsky subió la temperatura interpretativa (el aire acondicionado de la sala estaba gélido) con la Suite Italienne, obra neoclásica que dejó buenos momentos tanto líricos como desgarradores, de menos a mas quedándome con el Aria y la Tarantella.
Segundas partes suelen ser buenas contradiciendo el refranero, y creo que cual complejo vitamínico esperábamos la conocida Sonata en LA M. de Franck, realmente bien interpretada por ambos, con claroscuros como la propia obra, sonoridades logradas, perfecta comunicación y protagonismo compartido aunque nuevamente pareció decantarse por Queyras pese al esfuerzo de Tharaud. Aunque no fuese atronadora la ovación nos dieron dos propinas:
Un Schubert profundo (Nacht un Traume Op. 43 nº 2 en arreglo para "esta versión") donde el cello realmente recordó el parecido con la voz humana, con un piano auténtico liederista y una animada versión de Kreisler (Liebeslied Schön Rosmarin) que el cello no consiguió hacernos olvidar el violín (incluso el arreglo de arpa y flauta), resultando como los caramelos de eucalipto que te mete en la bolsa el farmacéutico tras comprar el jarabe para la tos. El sabor sinfónico puede al de cámara...

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