Móviles ¡al cadalso!

Viernes 30 de mayo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, Abono 13 OSPA, Daniel Müller-Schott (violonchelo), Rossen Milanov (director). Sueños y pasiones: obras de Benet Casablancas, Elgar y Berlioz.
La temporada está llegando a su fin y los teléfonos móviles vuelven al ataque para vergüenza ajena olvidando las mínimas reglas de urbanidad, algo que parece ir en regresión, y lo peor es que suelen estar asociados al público de más edad que sí tuvo esa educación. No hay disculpa ni perdón para la ignorancia, madre del atrevimiento, y si las nuevas tecnologías no las dominan, que al menos se dejen asesorar. Si no saben enmudecerlos ¡que los apaguen!. Las urgencias son malas consejeras y no hace tanto tiempo que vivíamos más felices sin teléfonos "celulares" y menos toses entre el público.
El aviso inicial ya parece como las azafatas en los aviones a las que casi nadie hace caso, y ni siquiera una vez, en medio del concierto de Elgar, sino dos (¡al cadalso con ellos!) enfadando al "Jefe Milanov" y obligándole a girarse para volver a repetir que "no se puede seguir así"... Un auténtico coitus interruptus en medio de un Berlioz que estaba sonando "fantástico" y rompió las concentración más el hilván en el que se sustenta la relación entre orquesta y director, esta vez con la mala educación como cómplice de semejante asesinato. Tendremos que inventar un aviso más convincente dado que es imposible económicamente instalar inhibidores. En clase les mando leer a mis alumnos la famosa noticia del móvil que interrumpió un concierto en Nueva York, pero tristemente ha dado la vuelta y la noticia es que no suene ninguno, ya se sabe, el niño muerde al perro...
Tras el cabreo que nos supone a tantos aficionados semejante dislate, el penúltimo concierto (no soy supersticioso con el 13) de abono nos devolvía a nuestro titular con un programa de los que le gustan, lo que se notó desde el comienzo. La elección de abrir con Benet Casablancas (1956) está en su línea de interpretar obras de autores contemporáneos, en este caso el catalán de Sabadell cuyos Tres epigramas para orquesta (2001) están escuchándose más de lo que muchos puedan pensar, formando parte de una amplia colección con ese título de epigrama, "forma literaria de origen clásico, relativa a la sentencia aguda e ingeniosa, que muy a menudo contiene un propósito moral o ético, así como lúdico y divertido". Música de mucho contenido dentro de estructuras temporales muy concisas, llena de contrastes en los tempi y ambientes, materiales armónicos variados con una amplia paleta de texturas tímbricas y gran exigencia para todos los instrumentistas de una gran plantilla como la que ofreció nuestra OSPA en el decimotercero de abono.
Las notas al programa del doctor Alejandro G. Villalibre, enlazadas en los autores al inicio de esta entrada, completan las del CD de Naxos, escritas por Javier Pérez Senz"proceso de depuración, refinamiento y síntesis que culmina en el absoluto dominio de los recursos de la plantilla orquestal que otorgan una gran fuerza expresiva a esta obra estrenada con gran éxito de público y crítica por la OBC dirigida por Salvador Mas, y que gozan desde entonces de una gran difusión". El primero un Allegro - Exultant (Esultante) realmente explosivo, perfecto para "engrasar" una formación a la que le esperaba mucho por delante, seguido del Molto lento - Nocturn (Notturno) con una intervención solista del clarinete bajo al final de este movimiento antes de retomar un potente y contrastante Finale: Allegro assai - Giocoso con maderas frente a metales, una percusión rica y la cuerda sustentando este discurrir de texturas  debutando como concertino la ayudante Eva Meliskova y en su lugar Adolfo Rascón, dos solos brillantes en el primer y tercer epigrama de la hoy sustituta de Vasiliev. Brillantez de todos los intérpretes perfectamente llevados por un Milanov que transmitió su ímpetu y parecía poner las cartas boca arriba de lo que nos depararía esta velada.
La historia del violonchelo está llena de grandes intérpretes y es un instrumento que sigue dando auténticas figuras, llamados por esa cercanía a la voz humana de la que tanto se ha escrito. Volvía por tercera vez Daniel Müller-Schott, ahora debutando con la OSPA y con el hermosísimo Concierto para violonchelo en mi menor, op. 85 de Elgar, casi continuidad de la primera sinfonía del viernes anterior, con ese sonido capaz de conmover hasta lo más profundo del ser y una orquesta que comienza a tener un sonido propio, cantábrico con aires británicos a la vista de los resultados de ambos conciertos, cohesión en todas las secciones, sonoridades muy cuidadas por el maestro Milanov que esta segunda temporada comienza a dominar esta república de las orquestas sinfónicas, y concertando perfectamente con un solista que llegó al alma desde la suya en los cuatro movimientos de una obra popularizada por la malograda Jacqueline Du Pré, que el propio Müller-Schott confesaba en la entrevista a OSPATV. Riqueza expresiva, sonoridades de guitarra, ataques dolidos para el Adagio inicial, interiorización de cada gesto bien contrapuesto por la orquesta, especialmente las violas y el resto de la cuerda, complicidad con el podio y escucha recíproca de todos en un Recitativo Lento-Allegro molto que parece contagiar esa melancolía de la bruma británica tan bien traducida a música por Sir Edward tras la Gran Guerra. Del Adagio el propio Elgar escribía que "es la actitud de un hombre ante la vida", tristemente sonando un teléfono rápidamente acallado antes del final que transmitió excitación y alegría interior, final con los distintos cambios de tiempo (Allegro Moderato-Allegro-Allegro ma non troppo-Poco più lento-Adagio) como de caracteres con amplios recursos técnicos desde la misma introspección mostrada por el chelista alemán bien entendida por Milanov para un final de descanso eterno premiado con atronadora ovación de un público rendido ante este solista que ya figura entre los grandes, regalándonos la Pieza en forma de habanera de Ravel, digna propina de este discípulo de Rostropovich.
El plato fuerte vendría con la Sinfonía Fantástica, op. 14 de Berlioz, obra muy escuchada y no siempre bien entendida, con la que el maestro búlgaro disfrutó hasta el triste suceso tecnológico ya narrado. Conocemos su obsesión por la limpieza de líneas y la búsqueda de un sonido propio, diáfano, partiendo de una masa sonora a la que va abatanando y sacando los hilos precisos del tejido orquestal que logran diseñar las distintas secciones a partir de la "idea fija" que es la melodía recurrente. Apostando por tiempos tranquilos, el primer Sueños y pasiones: Largo - Allegro agitato e appasionato assai tuvo más de lo primero que de lo segundo antes de sacarnos de la somnolencia sin sobresaltos, domeñando la masa sonora de una orquestación majestuosa como sólo el francés entendió. Un baile: Vals - Allegro non troppo tuvo más de salón parisino que vienés, elección consecuente con la interpretación que Milanov entendió para esta obra que confiesa amarla profundamente. Para la Escena en el campo: Adagio colocó al oboe en el anfiteatro en un diálogo con el corno inglés lleno de "guiños pastorales" en esa eterna búsqueda del sonido como materia a pulir.
La Marcha del cadalso: Allegretto non troppo volvió a amarrar el tiempo como procede, pesadilla del artista como los grabados de Goya, claroscuros a la luz de una vela transformados en tensiones orquestales. Soy incapaz de describir con palabras sabores y lo intento con lo escuchado, pero cuando afirmo que esta orquesta comienza a tener un sonido cantábrico pienso que fue el cuarto movimiento quien mejor lo podría definir. El aquelarre nuevamente goyesco del final no soltó mucha sangre, Larghetto - Allegro para disfrute de auténticas campanas de bronce fuera de escena, y metales celestiales más que infernales contenidos evitando incendios. Aún queda mucho ejercicio de doma por parte de Milanov para un caballo todavía algo salvaje, atención que nunca puede decaer pero con trabajo y recompensa final para una fantástica fantástica.
El sello Milanov está llegando a la OSPA y el próximo viernes llegará la despedida de temporada con Renaud Capuçon y el concierto de violín de Alban Berg, más una Quinta de Mahler que espero nos deje buen sabor de boca.

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